Al final, son los bajos los que hacen que la gente mueva el esqueleto en la pista de baile.
Grandes noticias para los DJ de todo el mundo: los científicos han descubierto un método infalible para hacer bailar a la gente. Sorprendentemente, tiene poco que ver con el sonido audible, como un repetitivo riff de guitarra o un solo de batería. Según un nuevo estudio publicado en Current Biology, la gente baila más cuando suenan frecuencias graves muy profundas, tan bajas que son inaudibles para el oído humano.
“Me formé como batería y la mayor parte de mi carrera investigadora se ha centrado en los aspectos rítmicos de la música y en cómo nos hacen movernos”, afirma en un comunicado de prensa Daniel Cameron, neurocientífico de la Universidad McMaster de Canadá y primer autor del estudio. “La música es una curiosidad biológica: no nos reproduce, no nos alimenta y no nos cobija, así que ¿por qué le gusta a los humanos y por qué les gusta moverse con ella?”.
Para responder a esta última pregunta, Cameron y sus colegas recurrieron al LIVELab de McMaster, un teatro de investigación de 106 plazas con la capacidad sonora de un local tradicional y los artilugios científicos de un laboratorio. Reclutaron a participantes en el estudio que asistieron a una actuación de 45 minutos en el LIVELab de Orphx, un dúo de música electrónica de baile.
Antes del concierto, se colocó a los participantes una diadema con sensor de movimiento que permitiría a los investigadores saber cuándo bailaban. Además, se les pidió que rellenaran encuestas antes y después del concierto para ayudar a los investigadores a medir las percepciones y el disfrute de los asistentes a lo largo del concierto.
Los investigadores utilizaron altavoces especiales capaces de producir frecuencias graves muy bajas durante toda la actuación, activándolos durante dos minutos y medio cada vez. A pesar de que las frecuencias eran inaudibles, los asistentes al concierto bailaron un 12% más durante esos periodos. Las encuestas posteriores al concierto indicaron que las bajas frecuencias eran imperceptibles para los asistentes y que su decisión de bailar no era consciente.
Según los investigadores, estos resultados se basan en relatos anecdóticos que describen intensas respuestas físicas y psicológicas a las bajas frecuencias que suelen encontrarse en la música electrónica.
Aunque la razón por la que el cuerpo responde a las bajas frecuencias sigue siendo objeto de debate, Cameron y sus colegas tienen algunas teorías. Sostienen que, aunque los asistentes a los conciertos no podían oír esas frecuencias, las sentían como vibraciones percibidas a través de la piel y el oído interno, este último estrechamente relacionado con el equilibrio, el ritmo y el sistema motor. Según los investigadores, son estos mecanismos corporales los que subyacen a nuestra conexión sensorial con la música y nos motivan a bailar.
“La estimulación de estas modalidades no auditivas en el contexto de la música puede aumentar la valoración del ritmo”, escriben en el estudio.
Cameron afirma que el seguimiento de esta teoría ha proporcionado una trayectoria para futuras investigaciones. “Para determinar los mecanismos cerebrales implicados habrá que estudiar los efectos de las bajas frecuencias en las vías vestibular, táctil y auditiva”.
Mientras los investigadores siguen investigando estas vías, un determinado grupo de personas en particular seguramente esperará más respuestas. “Los músicos estaban entusiasmados por participar”, explica Cameron, “por su interés en esta idea de que el bajo puede cambiar la forma en que se experimenta la música de un modo que repercute en el movimiento”.
Mientras tanto, la ciencia parece haber proporcionado un consejo útil para cualquiera que se enfrente a una pista de baile vacía: subir ese bajo (de baja frecuencia).