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When the Dance floor Splits, What Happens to the Culture?

today27 julio, 2025

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What used to unite us is now fenced off. The VIP divide is no longer a detail—it’s shaping how we dance, and who gets to.

Earlier this year, UK techno DJ Cleric posted a story after playing in Colombia:

“Colombia, I love you, but we need to get rid of this VIP division on the dancefloor. The dancefloor is a space for everyone, where different worlds can merge around a shared passion. Separating social classes with money is not the point. Please, I beg you.”

His words echoed through Whatsapp groups, social media, promoter chats, and dance communities. But what’s really behind this call—and is it only a Colombian issue?

A Line on the Floor

Dancefloors were never meant to divide. They were meant to dissolve: borders, ego, status. For a few hours, in a dark room, strangers become part of the same rhythm, if only for a night.

But VIP areas on the dancefloor are becoming more common—especially in Latin America. In Bogotá and Medellín, they often sit closest to the booth, marked off with ropes, fencing, or platforms, separating those who can afford proximity from those who can’t.

And it’s not just clubs. Festivals across Mexico City, Lima, and Buenos Aires are also adopting these models—sometimes with aggressive physical separation enforced by staff.

In contrast, much of Europe’s underground scene still protects the sanctity of a unified floor. Clubs like Berghain (Berlin), De School (Amsterdam), and Bassiani (Tbilisi) strictly avoid VIP zones near the booth. Their message is simple: everyone dances on the same ground.

The Numbers Behind the Divide

According to the IMS Business Report 2024, Latin America’s electronic music market continues to grow, with Colombia emerging as a key destination for international artists and festivals. For promoters, VIP zones can generate between 30–50% of total ticket revenue, making them a financial necessity for many events, especially when operating under tight margins and high artist fees.

A local promoter in Bogotá, who prefers to remain anonymous, shared:

“Sometimes, the VIP sales are what keep the event alive. Without them, the economics don’t add up.”

But what about the audience?

While hard data is scarce, promoters and attendees alike acknowledge that VIP ticket sales—although limited in volume—often generate a disproportionate share of total revenue. And in casual surveys or forum discussions, many regular clubgoers express discomfort at being physically separated from key areas of the dancefloor.

Voices from the Booth

DJs like Ben Klock, Klangkuenstler and Nina Kraviz have described the dancefloor as a “leveling force” in electronic music, a rare space where age, status, and background blur in the dark.

Cleric’s call, then, isn’t just about Colombia—it’s a reminder of what the dancefloor has represented across decades of club culture.

But that vision often clashes with the reality of global club economics.

So—What is the dancefloor now?

A sacred space? A community ritual? A tool to sell experiences?

VIP zones raise more questions than answers:

  • Does exclusivity erode the spirit of electronic music?
  • Is the dancefloor sacred, or just another revenue stream?
  • Are VIP areas a practical tool for sustaining events in challenging markets?
  • Or are they simply a mirror of the social divides we try to escape when we dance?

For some, these divisions break the spirit of electronic music and the split feels like betrayal. For others, it’s survival.

At the heart of it lies a single truth: the dancefloor, wherever it is, reflects the values of those who build and inhabit it.

The Culture We Choose

In a global scene that’s growing fast, each city and each community will need to decide:

What kind of dancefloor do we want to create?

Because when the lights go down and the beat starts…
it’s not just about music.
It’s about who gets to stand closest to it.


(ES)

Cuando la pista se divide, ¿qué pasa con la cultura?

Lo que antes nos unía, hoy está cercado.
La división VIP ya no es un detalle: está moldeando cómo bailamos y quién tiene acceso.

A comienzos de este año, el DJ británico Cleric publicó una historia tras presentarse en Colombia:

“Colombia, te amo, pero necesitamos eliminar esta división VIP en la pista de baile. La pista es un espacio para todos, donde mundos diferentes pueden unirse en torno a una pasión compartida. Separar clases sociales con dinero no es el objetivo. Por favor, lo ruego.”

Sus palabras encendieron conversaciones en grupos de WhatsApp, redes sociales, chats de promotores y comunidades de baile. Pero ¿qué hay realmente detrás de este llamado? ¿Y es un fenómeno exclusivo de Colombia?

Una línea en el suelo

La pista de baile nunca fue pensada para dividir. Fue pensada para disolver: fronteras, egos, estatus.
Por unas horas, en una sala oscura, desconocidos se convierten en parte del mismo ritmo, aunque sea solo por una noche.

Pero las zonas VIP en la pista se están volviendo comunes, especialmente en América Latina. En Bogotá y Medellín, suelen ubicarse justo frente a la cabina, delimitadas con sogas, vallas o tarimas, separando a quienes pueden pagar por cercanía de quienes no.

Y no solo ocurre en clubes. Festivales en Ciudad de México, Lima y Buenos Aires también están adoptando estos modelos —a veces con separaciones físicas reforzadas por personal de seguridad. La clásica cuerda roja se transforma en vallas metálicas, y el staff a veces funciona más como muro que como anfitrión.

En contraste, gran parte de la escena underground europea sigue protegiendo la santidad de una pista unificada. Clubes como Berghain (Berlín), De School (Ámsterdam) y Bassiani (Tiflis) evitan estrictamente las zonas VIP cerca del DJ.
Su mensaje es claro: todos bailan sobre el mismo suelo.

Las cifras detrás de la división

Según el informe IMS Business Report 2024, el mercado de música electrónica en América Latina sigue creciendo, y Colombia se perfila como un destino clave para artistas y festivales internacionales. Para muchos promotores, las zonas VIP generan entre el 30% y el 50% del total de ingresos por boletería, convirtiéndose en una necesidad financiera —especialmente ante márgenes reducidos y altos fees de artistas.

Un promotor local en Bogotá, que prefiere mantener el anonimato, lo resume así:

“A veces, las ventas VIP son lo único que mantiene vivo el evento. Sin ellas, las cuentas no dan.”

Pero, ¿qué dice el público?

Aunque hay pocos datos oficiales, tanto promotores como asistentes reconocen que, aunque las entradas VIP son minoría en volumen, generan una porción desproporcionada de los ingresos. Y en foros, encuestas informales y comentarios en redes, muchos clubbers expresan incomodidad al ser físicamente apartados de las zonas principales de la pista.

Voces desde la cabina

DJs como Ben Klock, Klangkuenstler y Nina Kraviz han descrito la pista como una “fuerza igualadora” dentro de la electrónica: un espacio donde edad, estatus y trasfondo se diluyen en la oscuridad.

El llamado de Cleric, entonces, no es solo sobre Colombia.
Es un recordatorio de lo que la pista ha representado durante décadas de cultura de club.

Pero esa visión muchas veces choca con la realidad económica global.

Entonces… ¿qué es la pista de baile hoy?

¿Un espacio sagrado? ¿Un ritual comunitario? ¿Una herramienta para vender experiencias?

Las zonas VIP plantean más preguntas que respuestas:

  • ¿La exclusividad erosiona el espíritu de la electrónica?
  • ¿La pista es un lugar sagrado o solo otra fuente de ingresos?
  • ¿Son las zonas VIP una estrategia válida para sostener eventos en contextos difíciles?
  • ¿O simplemente son un reflejo de las divisiones sociales que intentamos escapar cuando bailamos?

Para algunos, esta separación rompe con el alma misma del clubbing.
Para otros, es supervivencia.

Al centro de todo hay una verdad simple:
la pista, donde sea que esté, refleja los valores de quienes la construyen y habitan.

La cultura que elegimos

En una escena global que crece con rapidez, cada ciudad y cada comunidad tendrá que decidir:

¿Qué tipo de pista queremos crear?

Porque cuando se apagan las luces y empieza el beat…
no se trata solo de música.
Se trata de quién puede estar más cerca de ella.

Escrito por Mad Radio

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